La estrategia frondizista de A. Fernández respecto a Venezuela

Eliseo Álvarez es un periodista y biógrafo argentino, que desde 2019 ocupa el cargo de director ejecutivo en la Televisión Pública. En 1999, publicó el libro “El hombre que engañó a Kennedy” donde extraí el próximo fragmento que es una conversación entre Rogelio Frigerio (abuelo del reciente ex Ministro del Interior), Secretario de Relaciones Socio-Económicas, y Oscar Camilión, Subsecretario de Relaciones Exteriores.

-Rogelio, creo que estamos sufriendo el síndrome de la mosca.

-¿De qué habla?

-Es una enfermedad que ronda a los poderosos y les hace creer que tienen más poder que el real. Es este síndrome que tenemos de protagonismo permanente, de mediar o intentar hacerlo en todos los conflictos. No estamos en condiciones de meternos entre los Estados Unidos y Cuba.

-Somos un país soberano. Tenemos que hacer cosas que demuestren que la soberanía nacional no puede estar atada a las opiniones de las potencias.

-Humildemente opino que la reunión con [Ernesto “Che”] Guevara fue un error. Perdimos totalmente la confianza de los pocos militares que todavía nos apoyaban.

La supuesta charla fue durante la gestión de Arturo Frondizi como Presidente de la Nación. Su mandato, que no logró cumplir, fue desde 1958 y 1962. En el medio, padeció la Revolución Cubana (1959) con sus consecuencias.

En los Estados Unidos, en 1959, el Presidente era el republicano Dwight Eisenhower hasta el ‘61 que lo sucedió el demócrata John F. Kennedy. El Presidente Eisenhower, a pesar de aplicar restricciones a Cuba antes de finalizar su mandato, creía que Fidel era “menos peor” que Fulgencio Batista -dictador cubano derrocado por la Revolución-. En cambio, Kennedy siempre sostuvo que la situación de Cuba era preocupante para toda América y no sólo una amenaza al capitalismo estadounidense, así lo entendió Colombia, Uruguay, entre otros países americanos.

La Argentina, de aquellos tiempos, transitó de un gobierno de facto -Revolución Libertadora- a una democracia débil que se veía vulnerable todo el tiempo. El presidente Arturo Frondizi siempre creyó en una idea desarrollista y que el país debía crecer por sí solo, no ser “satélite” de las potencias -Estados Unidos y URSS-. Pero esto no quiere decir que no tuviera contacto con el resto de los países, de hecho mantuvo relaciones con Eisenhower, Kennedy, Fidel y el Che.

La labor de Frondizi, sobre la realidad cubana, era la de un mediador. Él quería lograr que Estados Unidos y Cuba se sentaran en una mesa para limar sus asperezas. Su visión era desacertada hasta algún punto, por ejemplo, negaba que Cuba se estaba entrometiendo en asuntos ajenos y con el paso del tiempo, cuando se desclasificaron cables secretos de las embajadas soviéticas y checoslovacas, se demostró que Cuba entrenaba guerrilleros extranjeros para colaborar con ataques armados en sus respectivos países -como a los Montoneros-. Sí estaba en lo cierto cuando le recriminó a Kennedy que tenía una mirada sesgada, producto de los servicios de inteligencia estadounidenses -asesinar a Fidel era peor-, y sobre la intervención militar de Estados Unidos en Cuba -guerra Bahía de Cochinos-.

En la actualidad no es Cuba sino Venezuela, aunque la “amenaza”, para Estados Unidos, no es la misma que lo fue la cubana en el pleno auge de la Guerra Fría. El mediador, en este caso, es Alberto Fernández. No quiere opinar de Venezuela frente a los medios, como Frondizi, pero en lo privado confía que debe ocurrir un proceso de transición, es decir, define la situación venezolana como una dictadura. Busca, el presidente Fernández, una especie de unión americana entre países tan diferentes como Brasil, Chile, Uruguay, Bolivia y hasta los Estados Unidos. Sueña con un continente pujante, capaz de superar cualquier crisis en conjunto -lo más rápido posible- como la actual del coronavirus. Reconoce que la situación venezolano es alarmante pero que no resuelve una intervención militar o bloqueos económicos, ya sea porque no logra nada o hasta porque fortalece al régimen. 

El problema de Fernández, en este caso, es cuán permisivo es respecto a las acciones del régimen y las de Estados Unidos. Volviendo al tema de Frondizi, él mientras tenía esta postura de mediador, la CIA lo corría con cables apócrifos de la embajada cubana en Buenos Aires y en Cuba, buscaban la forma para crear focos guerrilleros en Salta, Tucumán y/o Córdoba. Ponerse en el medio es soportar los tirones de ambos lados.

Sin embargo, a pesar de todo, esto demuestra que Argentina no superó el síndrome de la mosca. No es porque sea Alberto Fernández, pero creer que él puede lograr una transición de gobierno en Venezuela es muy inocente, sumándole a ello los problemas, externos e internos, que hoy atosigan a nuestro país. Frondizi no sólo que fue depuesto de su cargo sin conseguir su objetivo de mediador, sino que nadie lo obtuvo hasta el momento aun con el Che y Fidel muertos.

La posición de Alberto frente a Venezuela es positiva, siempre y cuando sepa manejarlo. Es un tema muy delicado, que lleva una tarea de comunicación importantísima porque sino hay quienes creen que Alberto avala lo que sucede en el país petrolero. A Frondizi, los militares lo etiquetaron de “castrocomunista” y fue una excusa para derrocar su gobierno, entre otras cosas.

El síndrome de la mosca tiene efectos adversos.


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