La (in)gestión de ridiculeces

Hace un año, exactamente, el señor Alberto Fernández se proclamaba Presidente de la Nación. La fórmula Fernández-Fernández fue elegida por el 48,24% de los votos, en una elección con la participación superior al 80% del electorado.

El Frente de Todos (FdT) era una coalición electoral con la alianza de Fernández-Fernández-Massa (Alberto, Cristina y Sergio, respectivamente). Sin los votos aportados por estas tres figuras, Alberto no hubiera llegado al Sillón de Rivadavia. Pero la gran pregunta que surgió, luego de ese pacto, es quién iba a mandar. Se convierte imposible que tres personas gobiernen al mismo tiempo, por lo tanto un espacio debía tener más fuerzas que otro o por lo menos más voz. Por eso se pensó que una forma moderada era ponerlo a Alberto Fernández de candidato a Presidente.

Sin embargo, colocarlo como Presidente no garantizó el mando del bote. Por idas y vueltas, se sostiene que es la Vicepresidente quien marca el ritmo del redoblante. Pero tampoco es tan así, ya que Alberto Fernández ha hecho algún que otro manejo independiente como acercarse a Estados Unidos y Brasil. Sí, a Brasil.

Ahora, ¿si hacemos un balance de la gestión, a quién debemos mirar? Sin dudas que debemos observar la relación entre el Presidente y la Vicepresidenta. Dos figuras que, a pesar de los desaciertos, cuentan con una imagen muy favorable respecto a otros políticos -excepto Horacio Rodríguez Larreta-.

Es una realidad que no debemos medir con la misma vara la gestión de Fernández con la de algún antecesor en el cargo. Pero si vamos al caso, ningún Presidente debe ser medido con dicha vara. Creer que la pandemia es justificativo para no criticar al Gobierno no es más que acudir a una loca teoría que estamos en medio de una guerra contra un enemigo invisible. Estar en guerra significa que no existe el Estado de Derecho, por lo tanto, un Gobierno puede hacer y deshacer lo que quiera.

Hay tres errores que cometió el Gobierno, dos de su propia naturaleza y uno que es común de toda la clase política en general, sin distinción de color político y jurisdicción. Los dos propios son el relato y las internas, el tercero es la improvisación.

Todo oficialismo cuenta con un relato para convencer y sostener sus políticas. El problema es cuando ese relato se enajena con la realidad, sufre un cierto paralelismo que parece que hay dos Argentinas: en la que se vive y la que nos cuentan. Un relato del tipo populista cuenta con esa característica, es mentiroso y busca enemigos por todos lados. ¿Cuál es el tema en cuestión? Sólo el relato populista funciona cuando el oficialismo es dueño de la palabra, es decir, sólo le sirvió a Néstor y Cristina. Caso contrario el de Mauricio Macri y Alberto Fernández, ambos con relatos combativos (uno echándole la culpa al otro) no eran -o son- dueños de la palabra y terminaron quedando en ridículo.

El relato de FdT es claro: “menos mal que el peronismo gobierna la Argentina en estos momentos de pandemia” -dichos del Presidente el 17 de octubre-. Existió un macrismo -del medioevo- que se llevó puesto todo lo que vio, ya sea por corrupto o inepto, y ahora existe un gobierno que se equivoca pero “si no lo hubiésemos organizado, habría sido peor”. En otras palabras, no es que nosotros seamos tan buenos, sino que los demás son peores” -frase de J. D. Perón-. Un monumento a la mediocridad.

En el relato claramente se equivocaron, las respuestas individuales por parte del Gobierno para enfrentar la pandemia fueron diversas. De los creadores del “no hay ninguna posibilidad de que exista el coronavirus en Argentina” también se escuchó el coronavirus “muere a los 26°C”. El “Gobierno de científicos” llevó a cabo una cuarentena inédita con fundamentos preconstitucionales, por ejemplo, los límites provinciales se convirtieron en “fronteras”, como la del señor Gildo en Formosa.

Además, la respuesta sanitaria al covid-19 fue sólo en el AMBA. Dejando a provincias con una letalidad muy alta: Jujuy (4,62%), Salta (4,67%), La Rioja (3,63%), Chaco (2,68%) y Río Negro (2,43%). Tenga en cuenta que las condiciones de contagio entre estas provincias y el del conurbano bonaerense o grandes ciudades como Capital Federal y La Plata, son totalmente diferentes. Sólo el hecho que Jujuy es mucho más grande que el Gran Buenos Aires y habita muchísima menos cantidad de gente.

La lógica del Presidente de compararse con países como Brasil o Suecia le jugaron una mala pasada a la hora de ver los datos hoy. Pero claro, no somos Suecia, ya nos ha quedado claro.

Las internas que sufrió el FdT son típicas de cualquier coalición electoral. Las sufrieron todos en la historia política argentina, como la Alianza. Pero el gran problema que hay en esta condición es que en la puja del poder existe un Presidente electo y una Vicepresidenta que quiere imponer su agenda sin un consenso previo. Ese hecho se puede ver con la política exterior, mientras hay una parte del Gobierno que señala al régimen venezolano como autoritario, poco democrático y violador de derechos humanos, existe otro que defiende el modelo. No porque se quiera asemejar, sino por una cuestión de ficción e intereses políticos. ¿Cuántos argentinos, anacrónicos, enamorados de los ‘70 hay? Demasiados.

Estas internas ocasionaron un “tambaleo” en las políticas económicas que repercuten en el mercado. ¿Usted no se preguntó por qué el dólar llegó a casi 200 pesos? Fue una especie de autoboicot pero no para una cuestión electoral como lo hizo Mauricio Macri después de las PASO, sino para que la Vice entienda que su agenda genera tensión en el ámbito financiero. No tardó en reunirse con Martín Redrado, a pesar de las asperezas que los distanciaron. El economista siempre sostuvo que los políticos no entienden de economía -para eso existen asesores, no es necesario que sepan-, Néstor por lo menos preguntaba, Cristina ni eso. En síntesis, si el Gobierno le seguía dando la espalda a la economía se venía un incendio.

El tercer error del Gobierno es el de todos, el de la improvisación. Lo hicieron todos los políticos a la fecha, ya que ellos piensan en ganar no gobernar. El argentino común no entiende que nombrar a alguien de Presidente significa responsabilidades, no honores. Por eso se forma una grieta y una pelea entre quienes quieren otorgarle el honor a cierto líder.

Improvisaron con los protocolos, con las clases, con los proyectos de ley, con las asistencias, con todo. Insisto que este punto es algo común entre toda la clase política argentina. Por dos causas: un país mal pensado y las pocas ideas para cambiarlo. Es muy difícil cambiar al país, una tarea muy complicada. Sinceramente pensé que Alberto sería distinto a los demás, pero no.

La pandemia demostró quiénes somos y qué hacemos para no caernos: nada. Argentina es un caso totalmente excepcional, nadie lo entiende. No somos Cuba, ni Venezuela, ni Brasil, somos Argentina. Por primera vez podemos posicionarnos, con grandeza, en ser el caso más raro del mundo.

Una sola herramienta nos puede sacar del pantano y es la educación. Debe ser “repensada” -si es que en algún momento se pensó-. ¿Alguien se preocupó por la educación? Nadie. Se gestó esa disputa entre Soledad Acuña y los sindicatos, que no llegó a nada. Fue una película más de la saga “Tribuna para los Giles”.

Este año se basó en una ingestión de mentiras desde la clase política. La gestión del Frente de Todos, demostró quiénes somos como sociedad frente al mundo. Y sí, hubiera sido distinto si gobernaba Juntos por el Cambio. Nos hubiera demostrado que el cambio no es más que un slogan, no se cambia con falsas promesas. 


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