Tribuna para los giles

Es muy difícil hablar de lo «popular» y no herir sensibilidades. Para hacerlo simple, este término vendría a etiquetar todo aquello que representa a una masa de gente. Por ejemplo, para los montoneros eran las clases bajas peronistas lo «popular» para asentar sus ideas y ganar fuerza. Para Perón, también fueron las clases bajas lo «popular».

Lo «popular» siempre está referido a una masa de gente muy fácil de manipular, sea cual sea la razón de ello. Hay que entretener lo «popular» con un relato, para enquistarse en el corazón de cada persona. De ahí nace la militancia como forma de volcar un relato a lo «popular».

Militante viene del latín «militans» que significa aquel que se adiestra para la guerra. El “-nte” deriva de «agente» que refiere al que comete la acción. Es una palabra que me disgusta muchísimo por estar relacionado con lo bélico, la guerra, es decir, con el caos, la crisis.

En Estados Unidos siempre se mantuvo una idea bastante cínica “hay guerras y guerras”, como si algunas tuvieran un motivo ecuménico para hacerlas. Entonces, ¿en la militancia, hay guerras y otras guerras con mayor o menor valor que las primeras?

El Gobierno nacional y popular es una coalición electoral pero no de gobierno, es decir, se unieron para ganar votos pero no para gobernar. ¿Por qué? Porque no pueden, no saben o no les interesa. Lo demostraron en los casi 365 días de gobierno. La coalición de Cambiemos también lo demostró, consolidada al principio pero partida por un quiebre en el  2017 producto de la suba de las tasas de interés -el error premeditado que suscitó en una crisis y pérdida de poder-  y un proceso agonizante hasta el 2019.

A lo «popular» hay que mantenerlo entretenido y a lo largo de la Historia de la Humanidad lo podemos observar. Por ejemplo, el gran Circo Romano que junto al teatro y el anfiteatro, formaban parte de la diversión para el pueblo. La diferencia en el Circo Romano fue que el “género” de entretenimiento era más para bárbaros que civilizados. No faltaban las peleas de gladiadores, luchas entre soldados y delincuentes, enfrentamientos contra animales salvajes, etcétera.

En Grecia también existió algo parecido, los estadios griegos donde -en algunos- también se enfrentaban luchadores. No importaba el talento del luchador, o quizás para algunos sí, lo único interesante era -para los espectadores- saciar esa sed de violencia que los carcomía por dentro.

El fútbol, en Argentina, es el deporte más visto y seguido. Casualmente, también es el negocio más grande del país y más sucio. Desde barrabravas que manejan el poder, la distribución de los famosos carritos de comida, los vendedores, entradas para ver el partido, etcétera. Hasta dirigentes, que son tan mafiosos que trucharon una elección de la AFA (año 2015) donde votaron 75 dirigentes que terminó en un empate: 38 a 38 -un voto de más-.

El fútbol es «popular» y Maradona -elegido como un ícono en el fútbol- representa parte de esa masa de gente. El Gobierno Nacional no tuvo mejor idea que hacerse eco de ello. Siempre sostuve que Maradona confiaba plenamente en lo que pregonaba, es decir, creía solemnemente que el mejor régimen era el cubano, el venezolano y el bielorruso. Él en estos países -para nada democráticos y opulentos- era tratado como una especie de divinidad, representaba lo «popular».

Diego, en vida, solucionó su status económico pero no logró salir del sistema estructural que lo crió. Carecía de una educación acorde y de un sentimiento crítico. Era una persona muy fácil de manipular, aunque eso no lo exime de responsabilidades ni lo absuelve de hechos delictivos como golpear mujeres o sacar periodistas a los disparos.

Exclamar, como idiota, que Maradona salió de la pobreza gracias al fútbol no hace otra cosa que decir “¿querés dejar de ser pobre? jugá al fútbol”. La única forma de dejar de ser pobre es educándose. Porque, como dije antes, ser pobre no es sólo quien no come o no se viste.

¿Nunca se puso a pensar por qué casi todos los jugadores del fútbol argentino vienen de los barrios más carenciados? Porque es la única forma que tienen de vivir otra vida. La que quieren, que no se trata de otra cosa más que de lujos. Por eso suceden hechos como los que vemos diariamente en el ambiente del fútbol. El sistema los empuja a esos sucesos trágicos donde una persona pasa a ser víctima y el futbolista victimario, ya sea golpes, humillaciones, accidentes automovilísticos producto del alcohol, entre otros.

El Circo Romano era lo que se suele llamar en Argentina como “tribuna para los giles”, algo así es el mundo «popular»: un entretenimiento burdo, pornográfico. En Argentina, la “tribuna para los giles” está compuesta -en este último tiempo- por tres cosas: impuestos a la riqueza, el aborto y Maradona.

El Gobierno Nacional demostró que no está a la altura de organizar algo «popular», se desmadró todo, entraron a la Casa Rosada, destrozaron todos los alrededores. Revelaron que son una coalición electoral, no se pusieron de acuerdo ni siquiera para hacer un velorio.

Hacer el funeral en Casa Rosada significa mucho más que la representación de Diego Maradona con el pueblo argentino, en otro caso, quiere decir: “Diego es de nosotros, si seguís a Diego, vos sos de los nuestros”.  Pero lamentablemente no pudieron hacerle contrapeso a la masa de gente movilizada para despedir a Maradona. Son ineptos, tuvieron que recurrir a la represión y luego echarle la culpa al gobierno porteño porque no podían contener semejante circo y ya para nada romano.

Pero Diego, como en vida, fue utilizado una vez más por el relato. No sólo que el Gobierno se adueñó de la fiesta sino que aprovechó la ocasión para pegarle un poco al gobierno porteño echándole la culpa por la represión policial para etiquetar a Larreta de “represor antipopular”. Todas las fuerzas reprimieron, fue una “fiesta” bochornosa donde la improvisación hizo muchísimo daño.

Ayer vimos los destrozos en las calles, el hecho repudiable de ver cómo Di Zeo entra a la Casa Rosada como si fuera San Martín, cómo se lo llevaron al Presidente como si fuese De La Rúa y en catorce días veremos los contagios de coronavirus. Costos económicos, sanitarios y políticos, alguien tiene que pagar semejante idiotez.

Quiero ser breve con algo más aún. La “tribuna para los giles” nos está quemando de a poco el cerebro y la opinión crítica. Por ejemplo, el impuesto, mal llamado, a las riquezas nunca será “efectivo”. Aquellos pudientes accederán a la Justicia apelando que tienen que vender bienes para poder pagar el impuesto. En definitiva, sucederán una de estas dos cosas: la Justicia será demasiado lenta o hasta falla a favor del “rico”. Pero el costo político de poner el impuesto que a los inversores extranjeros no les gusta nada -porque se imaginan cualquier cosa- lo pagaremos igual.

El otro tema y que este es el más explosivo por su importancia electoral es el aborto. Es un tema al que se le puede dedicar muchísimo tiempo. El Gobierno nacional y popular se adjudicó la bandera del feminismo, como la muerte de Maradona, y busca con esto captar votos.

Argentina está lejos de aprobar el aborto, es un tema progresista que no entra en una sociedad anacrónica que sigue discutiendo temas de los ‘70. El Presidente sabe sustancialmente esto, ni siquiera le conviene aprobarlo y tener enfrentado a los curas villeros en una etapa electoral -puede perder muchos municipios en el Gran Buenos Aires con los pañuelos celestes-. ¿Qué sucede entonces? Principalmente que candidatos a bancas buscan captar votos con ideas que ni promulgan. En segundo lugar, el aborto será aprobado en Diputados pero no en Senadores, para que luego A. Fernández muy holgado exprese: “Yo lo intenté, pero ellos no me escucharon”. Finalmente, queda bien con un bando y con el otro, su imagen no se verá perjudicada.

Ni el Presidente quiere que se apruebe el aborto, el “progresismo” de Alberto como aprobar por decreto el autocultivo de marihuana para uso medicinal fue una presión de los laboratorios en vísperas de los tratamientos por el COVID-19.

Me encantaría que seamos un país serio para que podamos tratar el aborto legal, seguro y gratuito, la legalización de la marihuana para acabar con el narcotráfico y la eutanasia como método legal de libertad individual. Pero a años luz estamos de eso. Existe en Argentina, quizás es la rama más grande, un feminismo «popular» que lejos está de ser un feminismo serio y progresista.

Lo «popular» que tanto aboca el feminismo argentino, no es más que ese machismo retrógrada. Atrasa. No existe un progresismo populista y debemos ser totalmente críticos en esto.

En conclusión, vemos como una coalición electoral, nacional y popular va perdiendo efecto y mal que mal, se está transformando todo en un caos. Nos ponemos las pilas o un par de locos repetirán el suceso de entrar a la Casa Rosada pero pidiendo “que se vayan todos”.


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