La crítica juvenil disfuncional


No es que los jóvenes seamos idiotas o fáciles de cooptar, simplemente nos diferenciamos de los más adultos por la inmersión de lleno en las redes sociales. Es muy probable que una persona entre 20 a 35 años sepa más de Donald Trump que alguien de 50 años o más. Hasta me atrevo a agregar que las personas más adultas oyen sobre personajes carismáticos como Trump gracias a los jóvenes.

¿Quién es Donald Trump? Donald es la versión de gringa de Néstor Kirchner. Y ahora usted, si antes nunca se lo puso a pensar, creerá que estoy loco o lo estoy inventando. De hecho no, y no sólo eso, sino que hay comportamientos -salvando las distancias- que los acercan demasiado, tanto que podrían tomarse un café, en caso que Néstor viviera. La gran pregunta es quién lo pagaría, ya que los dos se destacan -o destacaron- por no rendir cuentas de nada a nadie.

Estados Unidos y Brasil tienen los presidentes que tiene gracias a una de las redes sociales más influyentes de nuestras vidas: Facebook. A su pesar, Néstor Kirchner no contaba con el apogeo de Facebook (fundada en 2004) en su candidatura. Pero sí con la capacidad para seducir y adoctrinar un sinfín de jóvenes, al igual que el gran empresario norteamericano.

En pocos días, para ser específico el 3 de noviembre, serán las elecciones presidenciales en Estados Unidos (aunque ya se puede votar por correo). Los candidatos a presidente (2021-2025) son: Donald Trump, que va por su reelección, y Joe Biden, vicepresidente de Barack Obama desde 2009 hasta 2017.

Donald Trump, al igual que su par brasileño Jair Bolsonaro, forman parte del neopopulismo de derecha. Detesto diferenciar populismo de derecha o de izquierda, considero que todos los populismos terminan siendo de la ultraderecha pero el modo de llevar a cabo sus estrategias políticas es por el relato y ese relato sí se diferencia entre izquierda y derecha.

El relato de Trump, y el de Bolsonaro -aunque este sea una versión rebajada del primero-, tienden a echarle la culpa de todos los males al socialismo. Socialismo, en el caso de Estados Unidos, que es demócrata y se diferencia muchísimo al comunismo. El socialismo brasileño también, ha tenido grandes éxitos en las políticas públicas (menos en el sistema previsional) pero la corrupción y la política exterior -aliarse a Hugo Chávez- taparon los logros del PT.

El libro de María Casullo “¿Por qué funciona el populismo?” da un pantallazo general de los casos americanos y europeos. Sin embargo, no se escapa de la grieta argentina y termina santificando a Cristina Fernández, Hugo Chávez, y maldiciendo a Donald Trump.

Trump miente aunque algunos consideren que él es políticamente incorrecto y que su palabra, de esta forma, se vuelve sincera. Por ejemplo, el coronavirus se llevó puesto al gigante americano y lo hundió en un tasa de desempleo de 14,7% en abril, recuperándose en junio a un 11,1% y 8,4% en agosto. Trump alega esto a que es obra y gracia a su presencia en la Casa Blanca. ¿Es cierto? En 2017 se jactó que varias empresas (Intel, GM, Walmart, Amazon, Alibaba, entre otras) volvían a invertir en su país porque él había sido electo. Algunas de estas empresas ya tenían pensado volver a invertir, sea quien sea presidente, y otras fueron solamente sarasas, como Alibaba que viene prometiendo empleos y sólo apuesta en China (es entendible, quién va a pagar un sueldo digno si en China pagando monedas es más rentable).

Hay que reconocer que Estados Unidos llegó a una tasa de desempleo, en febrero de 2020, a 3,5% que es un número muy bajo sin precedentes hace décadas. Pero estos informes presentados, que datan el efecto del coronavirus, reflejaron que la mayoría de los empleos recuperados son precarios y que cualquier vientito los tumba. A su vez, en el informe se incorporaron las contrataciones temporales.

El populismo se basa en un relato y tiene que mantener ese relato sea como sea. Ahí vemos cómo en Venezuela se busca a un culpable para todos los males, cómo Donald Trump se agarra de cualquier cosa para desprestigiar al candidato disidente, entre otros casos. Como el de Argentina, que para mantener el relato de que combatían la pobreza no se medía porque era estigmatizante, según Axel Kicillof, o (el peor de los casos) que teníamos menos pobres que Alemania y la cifra del índice, según la ex presidenta ante la FAO en Roma, era menos del 5%.

Lamentablemente, como pasa en Estados Unidos, las sociedades buscan alternativas que quizás agravian la situación. Jon Lee Anderson dijo, en una entrevista para NOTICIAS, que “si no fuera Biden sino un canguro, yo lo votaría con tal de que no gane Trump”, bueno, acá pasó algo similar: se votó a otro animal, llamado gato, y mire cómo estamos. Sin embargo, no considero que Joe Biden sea un desastre pero si su política es alimentar la grieta, como hizo Mauricio Macri, él solo está cavando su tumba y quién dice que en 2026 Trump es vice y uno de bigotes presidente -espero que no sea ambivalente como uno que conocemos todos-.

El problema que veo en las sociedades juveniles es la crítica a gobiernos populistas como el del Matrimonio K pero elogian al de Trump, o viceversa, ¿Qué nos sucede?

Donald Trump combate contra el periodismo, los trata de idiotas como lo hacía Néstor. Fox News se transformó en C5N y la CNN en Clarín. Trump dijo que habría inyectar desinfectante a los pacientes con covid-19, Cristina Fernández dictaminó que la diabetes era una enfermedad de los ricos.

Donald Trump alimenta el odio, al igual que el kirchnerismo. Es cierto que el odio existía antes que ellos lleguen al poder, pero en vez de solucionarlo se encargaron de incrementarlo. Aún aludiendo que ellos son las víctimas del odio. Así funciona el populismo, se basa en un relato que divide la sociedad en dos y la culpa es del otro sector. Por efecto del magnetismo el relato cambia si estás en el Norte o en el Sur, pero en la práctica parecen lo mismo.

En realidad, líderes como Trump o Kirchner, son muy hábiles al manipular: tergiversan hechos y modifican la historia a su antojo para que encuadre con el relato promulgado. El único muro construido por Trump es el “Wall of Lies” en Brooklyn, recientemente vandalizado por un grupo de la supremacía blanca. Lo único que hizo Kirchner, sobre la última dictadura militar, fue bajar cuadros y lo peor es que creen que fue un gran paso.

Es lo mismo, hay que tener en cuenta que uno viene de los aires de la Gran Manzana y otro de Santa Cruz. Pero a ver… entre patito y pingüino sólo los diferencia el frío.

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