"Fuck you"​ capitalismo


En Argentina hay varias Argentinas, desde la Argentina opulenta hasta la anacrónica o la del revés. Últimamente cuando hablamos de finanzas y mercados aparece la anacrónica. Esta Argentina, que transita en una pelea de ideas fracasadas -demostradas en la historia hace cuarenta años- termina logrando demonizar al mercado, inversores y al mundo de las finanzas.

Una vez escuché decir que el primero en ver el incendio de una casa es el que está afuera, no los que viven dentro de ella. Con esta analogía me atrevo a decir que los inversores (extranjeros y locales) son los primeros en dar un diagnóstico de lo que sucede en la economía de nuestro país. Ese análisis puede estar influenciado pero seamos sinceros: si te pegan de todos lados es porque algo mal estás haciendo.

El kirchnerismo, en sus doce años de gestión presidencial y en el paso de Néstor Kirchner como intendente y gobernador santacruceño, incorporó la idea del complot para desestabilizar a un país. En otras palabras, una corporación oscura (digitada por la “mano negra”) donde deambulan medios, grupos económicos y personas muy malas y perversas, atacan al Gobierno bondadoso y escueto. “Es de la Corpo, de la Corpo” repetían los soldados de La Cámpora. De esa forma se les atribuyó a los inversores que eran demonios que venían a quitarnos hasta el último suspiro y gota de sudor. Mientras tanto el Gobierno (kirchnerista) llevaba y traía negocios con el capitalismo amigo (ese es bueno, es progre).

Hablar de inversiones en Argentina es como hablar Judas: son los traidores manejados por el imperialismo norteamericano. Sin embargo, si no entran dólares al país éste no crece y esa es la única forma de generar empleo genuino y digno.

En la Argentina actual, pero anacrónica a la vez, llegó el primer informe fuerte de los inversores después del gran logro, y no soy irónico, de haber reestructurado la deuda hace seis, siete, semanas. La reestructuración de la deuda consiste en un pacto entre deudor (el Gobierno) y acreedores (bonistas extranjeros y locales). En ese pacto de pago, establecido para el 2023, reina la confianza y la credibilidad de los políticos.

Parece que con Mauricio Macri los bonistas no entendieron aún, los inversores, que no se puede confiar ingenuamente en los políticos argentinos, pero bueno. En síntesis, el FMI opinó que la caída de los bonos argentinos (alrededor de un 20%) es por “la incertidumbre de las políticas locales” y los bonistas, a la vez, acusaron al Gobierno nacional de empeorar dramáticamente la crisis de nuestro país. ¿Qué piden? Un plan económico coherente, es decir, poder cumplirlo.

Acá hago una pausa. ¿Sabe usted por qué nunca llegaron las inversiones en la era macrista? Porque estos, a pesar de haber creído en Mauricio Macri al principio de su gestión (cepo y arreglo con los fondos buitres, fueron un gran símbolo), creyeron que Cambiemos era sarasa y de cambio había muy poco. Siguieron persistiendo ideas kirchneristas como destrozar la independencia del BCRA (con las metas de inflación), la política “controlaba” la economía, medidas keynesianas, entre otras. Para los inversores lo único que cambió fue el relato pero en la práctica eran iguales.

Lo mismo pasa ahora, los mercados confiaron en la moderación de Alberto Fernández pero ven que Cristina Fernández no es sólo una sombra, ni un fantasma, todo lo contrario. Hay quienes dicen que los inversores le tienen miedo a Cristina Fernández, para mí no es miedo, es falta de credibilidad porque saben que moneda que pongan en Argentina es moneda que tiran por el inodoro. Somos la paria en el ámbito financiero.

Mientras, en la Argentina anacrónica, pasan dos cosas: la primera es el intento del Presidente de llevar a Evo Morales como trofeo a Bolivia. El MAS, partido liderado por Evo Morales, ganó las elecciones presidenciales en Bolivia luego del golpe de Estado llevado a cabo el año pasado. Luis Arce, el reciente presidente electo, fue ministro de Economía y Finanzas (casi doce años divido en dos períodos) durante la gestión de Evo. ¿Pero qué pasó? Luis sabe que ganó las elecciones por el fracaso del gobierno de facto, no por la imagen de Evo. Por ende, estima que la llegada de Evo a Bolivia no es más que la llegada un ciudadano común y corriente, no un héroe como quiere hacernos creer Nicolás Maduro. O, en todo caso, un “héroe” que tendrá que rendir cuentas en la Justicia.

Alberto se equivoca.

Eso no es todo. La representación argentina en la OEA se abstuvo de votar una declaración donde se condena al régimen de Maduro, se reclama por el llamado a elecciones libres y se lo reconoce a Juan Guaidó como presidente interino.

Alberto se vuelve a equivocar. No porque hay que ir todos contra Venezuela o hay que guiñarle el ojo a Estados Unidos. ¿Por qué a Francia manda una carta repudiando la “violencia que atente contra la vida humana y la convivencia democrática” y a Venezuela le manda condolencias? Perdón, a Venezuela no, a Nicolás Maduro.

Estas marchas y contramarchas, al ámbito financiero, no le complace para nada. No sólo porque desgasta la imagen del Presidente, sino porque parece importarles poco la situación económica, no tienen ni siquiera un plan.

El FMI no va a ser el que gatille contra nosotros, somos nosotros los que nos estamos suicidando, a nuestro ritmo sin que nadie nos apure. El peso sigue perdiendo valor, la brecha entre el dólar oficial y libre es más del doble pero Martín Guzmán toma medidas paliativas, según los inversionistas.

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