Argentina, un mueble donde todo parece que se va caer


Mi cocina es chica, tiene una dimensión de tres por tres metros, con una mesa cuadrada en el medio de casi un metro cuadrado. El amoblamiento de la cocina implica que el espacio para circular dentro de la misma sea escaso. Prácticamente no podés pasar si hay alguien lavando los platos o cocinando sobre el bajo mesada.

Querido/a lector/a permítame poner el foco sobre mi bajo mesada en forma de “L” que tiene una altura de noventa centímetros respecto al suelo. El mueble cuenta con cinco puertas más los compartimentos donde guardo los cubiertos, cuchillas, repasadores, etcétera -ya sabe, como en toda cocina-. En la esquina, o ángulo recto del bajo mesada en forma de L, hay una puerta que es diferente de las otras porque es doble, es decir, más grande que las demás. Allí hay todo tipo de utensilios de cocina: tablas, boles, bandejas, cacerolas, recipientes, tuppers, entre otros.

Este mueble, a su vez, tiene (más bien tenía pero ya llegaré a ese punto) un piso en su interior, logrando así tener dos sectores. Hace dos años aproximadamente, el mueble fue atacado por la humedad y este piso se desprendió, cayendo sobre las cosas que estaban debajo de él.

En síntesis, el mueble del bajo mesada de mi cocina es un desastre. Todos los utensilios están uno arriba del otro, el piso amenaza con tirar todo abajo y tenés que rezarle a tres Dioses distintos para que no se te venga todo encima y se rompa. Cabe aclarar que estos objetos son de plástico, acero o vidrio.

Usted se preguntará ¿qué tiene que ver el país con el mueble de este boludo? Bueno, al país en el cual tenemos el agrado de vivir se le cayó el “piso” y aplastó todos los muebles que estaban debajo. Y no solo eso, las cosas que estaban sobre él (el piso) también corren el riesgo de romperse.

Argentina es como mi mueble, lleno de problemas sin resolverse, algunos de plástico, otros de acero e incluso de vidrio. Todo país tiene problemas y no es una novedad que los tenga, ni es algo propio del populismo. El problema radica en que estos problemas no sólo no son solucionados sino que la misma coalición que hoy gobierna no tiene una dirección clara.

Tampoco la cuestión está en la pluralidad de voces dentro del gabinete o la cúpula política gobernante, el núcleo del problema es que hoy se gobierna así y mañana de forma contraria.

Ayer el Ministro de Seguridad de Buenos Aires, Sergio Berni, apoyaba las pistolas eléctricas -o Taser- y hoy trata de demagogos a los intendentes que quieren adquirirlas para sus municipios.

Hace unos días Carlos Raimundi criticaba, frente a la OEA como representante argentino, el informe de Bachelet sobre la violación de los derechos humanos en Venezuela. Ayer Argentina votó a favor del informe en la ONU. Hoy Alicia Castro renunció a su cargo de embajadora en Rusia; Luis D’Elía le implora a su Dios -supongo que es Fidel- que Alberto Fernández cambie de idea y hable con el dictador Nicolás Maduro para aclarar las cosas. Mientras tanto, Hebe de Bonafini le pide disculpas al pueblo bolivariano y al dictador venezolano. Sí, Hebe, la señora que integra Madres de Plaza de Mayo, ¿no es paradójico que apoye a dictaduras militares?

Pero eso es solo lo que pasó en las últimas setenta y dos horas en el país. Volvamos un poco más atrás, el Ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta, dijo hace dos semanas que “las escuelas no son bares, hay que pensar en la salud y no en el marketing”. Ayer cambió de idea, de su misma boca expresó que “no hace falta la vacuna de coronavirus para volver a clases”. Lo felicito señor ministro pero, ¿recién a más de doscientos días de “cuareterna” se dio cuenta? ¿O hay algo en el fondo que usted no está diciendo? ¿Le tiene miedo a personajes como Roberto Baradel? Yo también pero más le tengo miedo a una población estudiantil sin estudiantes, o dicho en otras palabras: no quiero chicos sin estudios.

No hace falta que recordemos las críticas del actual Presidente sobre las actuaciones de Cristina Fernández cuando era Presidenta, usted las conoce y ninguno de los dos entendemos por qué hoy sonríen en la misma foto. Pero sí quiero detenerme y hacer hincapié en esto: el gobierno no tiene una clara dirección. Es gravísimo para un país que quien gobierne no sepa a dónde ir, eso genera un clima catastrófico en la economía que se vuelca de lleno a nuestros bolsillos.

Está claro que en los temas de agenda de la señora Vicepresidenta todos -me refiero al gobierno y los de su color político- apuntan al mismo lado porque es ella la líder. Sin embargo, cuando son temas tan sensibles como la gestión de la cuarentena, política exterior, entre otras cosas, cada uno grita por el jefe de su cuadrilla.

Ahora, fíjese que la señora Cristina Fernández de Kirchner nunca habla de estos temas. Ella solo aparece cuando se trata de sus preocupaciones (el Poder Judicial) y cuando son otros los problemas manda a sus soldados de siempre.

¿Quién gobierna en nuestro país? ¿Alberto Fernández? No lo sé, no me imagino a un mandatario noruego llamando al dictador bolivariano dándole explicaciones de por qué apoyó a favor sobre un informe de la violación de los DDHH en Venezuela. ¿Será que nuestro señor Presidente le debe rendir cuentas a alguien que está sobre él?

Ya le dije querido/a lector/a, Argentina es como mi mueble: lleno de boles, cacerolas y bandejas de vidrio que amenazan con derrumbarse mientras yo le escribo a una pantalla en vez de atender semejante urgencia.

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